domingo, 27 de agosto de 2023

Beruete y Sorolla en Toledo

 Reproducimos el artículo "Beruete y Sorolla juntos de nuevo en Toledo, del profesor Luis Peñalver, publicado originariamente en ABC.

Durante estos meses celebramos el reencuentro en Toledo de dos grandes pintores que además fueron amigos y que compartieron su pasión por Toledo. El Museo de El Greco se ha sumado a la conmemoración del centenario del valenciano con una pequeña gran exposición, Viajar para pintar. Sorolla en Toledo, que podrá disfrutarse del 13 de julio al 29 de octubre. Simultáneamente, el Museo de Santa Cruz ha sacado de sus almacenes los Beruete donados por su viuda y que formaban parte del Museo de Arte Contemporáneo, clausurado en 2001: estarán expuestos desde el 2 de junio de 2023 al 4 de febrero de 2024.

Aureliano de Beruete llega por vez primera a la ciudad del Tajo en 1876. Desde esta fecha y hasta 1911, año de su fallecimiento, cada otoño el artista acude a su cita con Toledo casi sin interrupción: ha quedado prendado de esta ciudad castellana cargada de historia, aunque rara vez se mete por sus calles y prefiere vistas de conjunto o de los aledaños de la ciudad, con especial predilección por el Tajo y los puentes que lo cruzan. Del amor que sintió Beruete por Toledo da prueba el hecho de que de las 666 obras registradas en el catálogo de la Exposición Homenaje que se le dedicó al pintor en la Casa-estudio de Sorolla, en 1912, 120 corresponden a vistas de Toledo. Hasta tal punto se identifica este pintor con Toledo, que cuando su amigo Sorolla le hace un retrato (Museo del Prado), coloca en el caballete un lienzo con el puente de San Martín. En una carta a su amigo Joaquín Sorolla fechada en el Hotel Castilla el 25 de octubre de 1901, Beruete le explica al valenciano hasta qué punto le absorbe captar la luz de Toledo cuando se trabaja «al sol y al aire».

En su etapa central se percibe en sus paisajes toledanos una voluntad de esencialidad y recogimiento, lejos de tráfago antinatural de las modernas urbes. La impresión de armonía y calma de estas panorámicas, construidas mediante una equilibrada síntesis de planos y la sutil graduación de los valores medios, con una rica gama de verdes y grises, caracteriza esta etapa central de la producción de Beruete (un hermoso ejemplo es la Vista norte de Toledo, desde la Vega Baja, 1895. Museo de Santa Cruz). Poco a poco, sin embargo, va desapareciendo la entonación cenicienta de los pintores de Barbizón e, influido por los impresionistas, se hace más atento a los cambios y modulaciones de la luz. La ciudad vista desde los cigarrales se cubre de oros, de malvas, de verdes casi rojos. Las pinceladas se hacen largas y enérgicas, casi sorollescas, para los elementos geológicos; breves y ligeras para las masas vegetales. Beruete se recrea en los perfiles de Toledo, contemplados desde la Vega Baja. La Cruz de los Canónigos, la Virgen del Valle, el puente de Alcántara y el castillo de San Servando; panorámicas desde los cigarrales en las que entre los almendros se vislumbra el caserío toledano y su festón de torres, espadañas y chapiteles encendidos por la luz otoñal.

Entre octubre y noviembre de 1906, Sorolla se encuentra pintando en Toledo. Durante esos días, en los que comparte mesa y mantel en el Gran Hotel Castilla con su amigo Beruete, ejecuta doce lienzos de amplia pincelada y factura muy suelta. Pocos artistas han sido capaces de captar la rotundidad del sol de Toledo: con el pintor valenciano una luz intensa, casi cegadora, inunda la ciudad y hace reverberar el aire. Pero el contacto con Beruete llena su paleta de malvas y violetas; al mismo tiempo, sus sombras se hacen menos cerradas y se alejan de los extremos contrastes de la luz mediterránea, volviéndose su pincel más atento a las pequeñas gradaciones lumínicas, con contornos menos consistentes. Sorolla pinta el barrio de las Covachuelas, los molinos del río, el puente de San Martín o la panorámica de la ciudad y le salen de forma natural acordes de azules, amarillos y blancos con toques rosados y algún acento rojo. Como a Beruete, no le mueve la fidelidad a un estilo propio, sino la fidelidad a lo real, al milagro de las cosas, al milagro de la luz que se hace forma. Los toledanos y sus visitantes tenemos una oportunidad única para ver de nuevo juntos a estos dos grandes pintores, a los que unió la amistad y su amor por Toledo.

Enlace al artículo original, enriquecido con ilustraciones


No hay comentarios:

Publicar un comentario