Por su interés, reproducimos este artículo del profesor Luis Peñalver Alhambra.
El Museo de Santa Cruz y la fábula de la mariposa.
Sus colecciones languidecen en los almacenes, pero todavía hay quienes reúnen el cinismo suficiente como para afirmar que ello se debe a la desidia de sus sucesivos directores y empleados
Cuenta una fábula oriental que en una vieja ciudad vivía una niña muy inteligente que pretendía burlarse de un anciano justo y sabio. Le dijo a su hermana mayor que irían a verlo con una preciosa mariposa azul en la mano, y le preguntarían:
‒Adivina qué tengo en la mano: ¿una mariposa viva o una mariposa muerta?
Si el sabio respondía que una mariposa viva, apretaría la mano y la mariposa estaría muerta cuando la abriera. Si la respuesta, en cambio, era que está muerta, abriría la mano y la dejaría en libertad. La hermana no pudo menos que admirar lo lista que era su hermanita. De modo que corrieron a ver al sabio y la niña le hizo la pregunta acordada. El viejo sabio, mirándola a los ojos, contestó:
–Todo depende de ti. Está en tus manos.
Podemos imaginar que esta antigua ciudad es la ciudad de Toledo; que la niña lista es la administración autonómica; la niña mayor, el Ministerio de Cultura, y la frágil mariposa… la hermosa y frágil mariposa azul, el Museo de Santa Cruz. Y sí, todo depende de esa niña tan lista. En manos está de la Consejería de Educación y Cultura que tengamos un Santa Cruz vivo, o un museo que acabe muriendo por asfixia o por inanición.
En 2019 tuvo que sufrir en su cuerpo una terrible mutilación, pues le fue amputado un amplio espacio que estaba llamado a ser su extensión natural y su única posibilidad de crecimiento. Se truncó el viejo sueño que albergábamos los toledanos de crear un gran Museo de Santa Cruz, con nuevas salas para las ricas colecciones del que es (o fue) uno de los mejores museos provinciales de España.
Nunca hubo dinero para ello, hasta que un día éste llovió del cielo para crear en su lugar el Centro de Arte Contemporáneo de Castilla-La Mancha (en el que hasta hace poco solo había un cuadro de un castellano-manchego, Canogar, colgado en la escalera), un caso inaudito de creación de un museo público para albergar una colección privada, la del coleccionista cubano Roberto Polo. ¡Y nosotros que imaginábamos en el antiguo Convento de Santa Fe grandes y luminosos espacios para exponer dignamente y con modernos criterios museísticos las viejas secciones de arqueología y prehistoria, a las que se añadirían los fondos del antiguo Museo de Arte Contemporáneo de la Casa de las Cadenas, así como nuevas colecciones de etnografía, cerámica, espadería o damasquinado!
El señor Polo, naturalmente, defendió sus intereses, e hizo bien, pues ha conseguido para «su» museo casi la totalidad del presupuesto de Cultura. Pero nuestras autoridades, ¿defendieron los intereses de los toledanos y los de esta ciudad milenaria declarada Patrimonio de la Humanidad? No hay dinero para el mutilado, para el olvidado Santa Cruz, condenado a recurrir a la mendicidad, y los más atractivos proyectos de sus frustrados responsables no pueden correr otra suerte que la de acabar en un cajón.
Sus colecciones languidecen en los almacenes, pero todavía hay quienes reúnen el cinismo suficiente como para afirmar que ello se debe a la desidia de sus sucesivos directores y empleados, que han relegado las obras de grandes artistas como Alberto Sánchez a un abandonado y polvoriento rincón. Claro que se agradece poder ver de nuevo expuestas las obras de Alberto (que también podrían ser los formidables óleos de Aureliano de Beruete, donados al museo por su viuda), pero lucirían mucho mejor en su lugar natural. Señores políticos que están en sus despachos: la suerte del Santa Cruz depende de ustedes. Está en sus manos.
Publicado en ABC (7-3-2023)
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